La joya natural del Mediterráneo se llama Menorca y es una isla llena de tradiciones, autenticidad e historia en la que uno ha de sumergirse sin prejuicios, con la mente limpia y en calma, dispuesto a encontrar el secreto de todo en las cosas más pequeñas y en los detalles más cotidianos. Menorca no necesita adornos ni parafernalia para disfrutarla al máximo: la belleza de su increíble territorio natural, declarado Reserva de la Biosfera, es en sí mismo un paraíso en el que quedarse a vivir.
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Con solo 701 km2, la que es la isla más oriental de Baleares es un destino para descubrir en cualquier época del año. Pero es en primavera, verano y otoño cuando se encuentra en todo su esplendor. Los inviernos se pasan en la más pura tranquilidad, inmersos en los quehaceres diarios y con las rutinas de sus vecinos prácticamente inalterables. Pero cuando empieza a brillar el sol con un poco más de fuerza, Menorca despierta y abre sus brazos para acoger a uno de los turismos más selectos de todo el Mediterráneo.
Menorca es una isla para descansar, relajarse y disfrutar de lo auténtico: la vida de sus puertos, la belleza de sus playas, su deliciosa gastronomía, la artesanía en piel, mimbre y calzado, los sabores de sus campos y la maravilla de sus monumentos históricos, vestigios de las diferentes civilizaciones que la han pisado. Pero, sobre todo y ante todo, su gente.
La Menorca más auténtica
Acogedora como pocas islas mediterráneas, Menorca se abre al visitante con esa pizca de desconfianza que más bien es curiosidad. Pero en cuanto comprenden quién eres y qué buscas se vuelcan para que puedas encontrarlo. Son muy celosos de su tierra, de su cultura y especialmente de sus productos locales, por eso los cuidan al detalle y nunca te ofrecerán nada que no merezca realmente la pena.
Orgullosos de su historia, paseando por Menorca uno observa perfectamente la influencia británica en la isla, tanto en el idioma como en la arquitectura y la decoración típica de sus casas. También se deja notar en la cocina y, especialmente, en los cócteles: el gran aperitivo menorquín es que se toma con un buen Gin Xoriguer y limón recién exprimido.
Las fiestas grandes de la isla son en junio, con motivo de la festividad de San Juan, cuando salen a la calle con sus preciosos caballos y rinden homenaje a su patrón. Hoy por hoy, su fama internacional las ha convertido en un evento multitudinario al que, a pesar de las aglomeraciones, merece la pena ir al menos una vez en la vida.
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